jueves, 18 de junio de 2009

Palabras

La lectura hace al hombre completo; la conversación, ágil, y el escribir,
preciso.




Francis Bacon

It's my life

Una compañera de trabajo (una más, y van...) nos dijo el otro día durante la comida que se ha apuntado al plan de bajas voluntarias que ha puesto en marcha la empresa para aplacar las iras del temido ERE. Quiere aprovechar el dinero de la indemnización para hacer lo que siempre quiso: pasar un año viviendo fuera de España, aprendiendo inglés y buscándose la vida.

Me alegro infinito por ella, le deseo que encuentre un sitio chulo para vivir y donde podamos ir a visitarla, le relato las excelencias de Irlanda como posible destino y entre todos le garantizamos que nuestra amistad no acaba ahí.

Luego me quedo pensando. Me da pena que la gente a la que aprecio se vaya del curro, aunque normalmente es hacia una vida mejor. Y no puedo evitar pensar en si hago lo correcto con mi vida. ¿Por qué tantos se van y yo me quedo? ¿Tan conformista soy? Me gusta mi trabajo, disfruto cada día con lo que hago, con lo que escribo, con los compañeros que tengo, y me compensa frente a todo lo malo que tiene ese curro, pero es probable que una oportunidad como la que se presenta ahora, con esas indemnizaciones jugosas, no se vuelva a presentar, y nunca pueda hacer lo que a mí también me ha apetecido siempre: largarme por ahí a otro país, posiblemente francófono en mi caso.

O sí, ¿por qué no? ¿Por qué no habría de tener otra oportunidad? Lo de que los trenes pasan una vez en la vida es una chorrada; los trenes pasan cuando tienen que pasar siempre que estés en el andén correcto a la hora correcta. Y yo estoy ahora mismo demasiado a gusto en la cafetería de la estación como para echar a correr tras un tren que no estoy segura de quere coger.

Me gustaría cambiar de vida, pero sólo de boquilla. Vivo como quiero, tengo un trabajo que me gusta, una casa, un sueldo decente para los tiempos que corren, salgo todos los fines de semana y, aunque no he vivido en el extranjero ni he recorrido Sudamérica en bicicleta, he viajado más que la mayoría de la gente que conozco.

Y además, qué carajo, los cambios me aterran. Me gustaría ser más valiente, más intrépida, más inconsciente, me gustaría ponerle más sal a mi acomodada vida, pero siempre me aferro al virgencita que me quede como estoy. La mayoría de mis amigos han tenido varios trabajos, han cambiado de casa, de ciudad, se han arriesgado, y yo llevo treinta años en el mismo barrio y diez en la misma empresa. ¿Conformismo? Claro. Ya tengo edad para aceptarme como soy. Soy yo y nunca seré otra persona, y en el fondo me gusta porque es cómodo ser yo.

Sólo espero no equivocarme de andén cuando toque y tener que arrepentirme algún día.