jueves, 4 de diciembre de 2008

Más fuertes

La imaginación es más fuerte que el conocimiento, el mito más potente que la
historia, los sueños más poderosos que los hechos, la esperanza siempre
triunfa frente a la experiencia, la risa es el mejor remedio para el dolor y
que el amor es más fuerte que la muerte.


Robert Fulghum

lunes, 17 de noviembre de 2008

Aeropuertos

Me gustan los aeropuertos. No son lugares especialmente acogedores, ni cálidos, ni cómodos, pero les acabas cogiendo cariño. Quizá por lo que implican: uno de los mayores placeres de esta vida, viajar. Donde sea, lejos o cerca, a España o al extranjero, coger un avión y desintoxicarse de la rutina conociendo un lugar nuevo o volviendo donde ya estuviste y de donde, a veces distancia y tiempo mediante, sólo guardas buenos recuerdos.

Pero no es sólo por eso. En un aeropuerto se puede hacer de todo: comprar, comer, beber, fumar (aunque sea en la calle), curiosear, hablar con cualquiera (hasta el personal de la limpieza habla idiomas) y sentirse ubicado porque todo está perfectamente señalizado. Un aeropuerto es tan tierra de nadie que es la tierra de cualquiera, y el viajero siempre encuentra lo que busca sin el temor que a veces dan las ciudades desconocidas: el baño, un el bar, un cajero automático o un duty free. Todo con su señal correspondiente.

Mucha gente piensa que los lugares donde se espera son tristes, y que el tiempo empleado en esperar (que salga un vuelo, que sea nuestro turno en el médico, que nos toque pasar a la ventanilla del banco) es tiempo perdido.

No estoy de acuerdo, ni mucho menos: si no fuera por las esperas actualizaría aún menos este blog, no escribiría relatos, no terminaría nunca un periódico. El truco está en no esperar, sino en pensar que es tiempo regalado para sacar el boli y la libreta, o leer, o simplemente pensar en tonterías como ésta mientras apuro una cerveza en un nuevo aeropuerto que sumar a la lista.

jueves, 2 de octubre de 2008

I believe

Entrada para el concierto de REM comprada un mes antes: 51 euros.

Paquete de tabaco comprado 5 minutos antes: 2,65 euros.

Dos minis de cerveza comprados durante: 16 euros.

Volver a escuchar en directo la canción que más me pone los pelos de punta del mundo mundial (después de la que da título a este blog, claro)... no tiene precio.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Antilistas

Esta semana en Sincolumna sigo con las antilistas... Es una pena que tenga tan mala memoria, porque seguro que, recopilando toda la basura que he leído, me saliera un libro entero, Los cien truños que no debería haber leído. Una pena. Creo que seguramente añadiría Los pilares de la Tierra, pero por suerte o por desgracia aún no le he metido mano. Y con los ánimos que recibo, me parece que seguirá un tiempo en la bandeja de pendientes.

Como nota curiosa, algo que encontré navegando por la red y que dice mucho de cómo se forja un best seller: un blog que genera automáticamente argumentos de libros de Dan Brown. Brillante. Algún día escribiré la historia de El Hatajo de los Defensores del Gañán. http://probar.blogspot.com/

lunes, 29 de septiembre de 2008

Achtung, Berlin!

Sigo una línea marcada con adoquines en el suelo. Camino por encima, a un lado, a otro. A veces voy por una avenida, o por una calleja, o por un parque, y cuando menos lo espero aparece de nuevo la línea, que había perdido sin darme cuenta en mi deambular, y se me entrecierran los ojos y algo me oprime la garganta.

La línea define el trazado que hasta hace 19 tenía el Muro de Berlín. Puede que la imagen de los bulldozers derribando los paneles, de la gente golpeando furiosa con mazas y de jóvenes sentados encima con las piernas colgando sea el primer recuerdo que guardo de un hecho histórico de los de verdad.

Tenía muchas ganas de ir a Berlín, muchísimas. Era la gran capital europea que me faltaba. Apenas he estado dos días, y no sé decir si me ha gustado, si ha cubierto mis expectativas. Es una ciudad realmente preciosa, monumental, ordenada desordenadamente y llena de vida. Pero creo que la valoraré mejor cuando vuelva, con más calma y sin tener que trabajar. Y sin que me pueda la congoja.

En las treinta horas que he pasado en Berlín el sentimiento principal ha sido la sorpresa. Me he sorprendido a mí misma demasiado afectada por la historia. Ésta es la ciudad que más me ha sobrecogido de todas las que conozco. Me he pasado casi todo el tiempo con un nudo en la garganta.

Uno va a París o a Nueva York con la cabeza llena de referencias cinematográficas, o a Roma con los ojos ávidos de arte. En cambio, y sorprendentemente incluso para mí, las referencias que más me han pesado sobre Berlín son las históricas, las de guerra, dolor y humo, las de décadas de división, las de haber sido el cerebro y el corazón de la mayor atrocidad del siglo XX. Proyecto en mi cerebro ese Berlín en blanco y negro que ahora por fin conozco en color, brillante, luminoso y renacido.

Menos de dos días saben a poco. Quiero más, ver más, conocer más, beber más y emocionarme menos. Pero sí, claro que sí se han cumplido mis expectativas tras pisar, por fin, una de las ciudades más impactantes de Europa.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Arf, arf

Qué semanitas llevo, qué semanitas... Necesito unas vacaciones, la verdá. Por eso paso por aquí rapidito rapidito sólo para aplacar a mis fans y para publicitarme.

Esta semana he publicado en Una copa con una de las entrevistas que más ilusión me hacía hacer. Se trata de una charla con Antonio Bartrina, alma de Malevaje, al que admiro y aprecio desde hace la torta de años. Ahí queda.

También aprovecho para comentar la sincolumna de esta semana, que en la home aparece con el título de la semana pasada pero que ha cambiado. Además, creo que es muy comentable, se aceptan aportaciones :)

Hala, ya. Me sumerjo de nuevo en la vorágine. Pero volveré!

jueves, 4 de septiembre de 2008

Back in town

Pues no, al final no fuimos a Chichen Itzá. Salimos de Playa pelín tarde y no nos daba tiempo. La oficina de AVIS de Playa del Carmen funciona bien y tiene buen servicio a buen precio, pero rápidos, lo que se dice rápidos, no son. Llegamos a comer a Valladolid y a cenar a Mérida. Manda huevos, ¿para eso me hago yo 10.000 kilómetros? Ciudades coloniales, bonitas, animadas, habitadas por mayas que hablan en maya, salvo los niños, que "en la escuela aprenden puro español". Y por la noche, de compras y cena y cerveza y copas y concierto. Vaya cinco 'c' tan majas, oye. Faltó sólo echar un par de... canciones de Sabina, una lástima que los trovadores del bar en que estuvimos sólo conocían 19 días y 500 noches.

Al día siguiente, carretera y manta. Y topes, muchos topes. Fuimos a Uxmal, a ver unas ruinas bastante impresionantes y llenas de nidos de golondrinas y murcielaguitos dormidos. E iguanas, claro. Y después, por los caminos de Yucatán, atravesando pueblecitos y saltando con los malditos topes. ¿No pueden poner unas banditas sonoras como dios manda, de ésas que te obligan a frenar un poco? No, no pueden. Lo que hacen es plantar atravesado en la calzada un muro, una tapia, una muralla de cemento que hay que sortear en primera si no quieres dejar los cuernos clavados en el techo del coche. Que se lo pregunten a Lula, que desde aquel día no tiene rizos en la coronilla.

Y bueno, lo que siguió: Chichen Itzá, espectáculo nocturno, vuelta a casa con Froguez esperándonos en la calle temeroso de que a sus niñas mayores les hubiera pasado algo, viaje a Tulum, descubrir que podría vivir descalza e iluminada por velas durante mucho tiempo, una playa aún más paradisiaca que las anteriores, unas ganas tremendas de hacerme hippie, unas cervezas deliciosas en compañía de un amigo al que por fin puse cara, un gatito dormilón que casi se viene conmigo a casa, el sol alegrándome la piel, unos tacos de camarones acompañados de ceviche reconfortantes, una excursión a lo más profundo de Yucatán (en sentido literal) con espíritu de aventura y fascinación, una borrachera de tequila fantástica con acompañamiento musical inmejorable, una última visita a la playa con primeras nostalgias, un café infame que no terminé, la sorpresa de regresar acompañada de Chichén, el nudo en la garganta, la autofoto en el aeropuerto, otro adiós maquillando un hasta luego, un viaje de vuelta en duermevela, Madrid, mi mamá, mi casa, Warhol, mi cama.

Luego hubo chalet, piscina, Expo en Zaragoza y vuelta a currar. Se han acabado las vacaciones, y mato la nostalgia planeando futuros viajes y encuentros. Vuelve la vida de siempre, mi vida que no puedo llamar rutina. Los artículos, las entrevistas, las cañas, las buenas noticias, las sincolumnas, los relatos, las novelas, los reencuentros, las Copascon, los conciertos, los SummerRose, las series, los fines de semana, el primer puente, la tele, el fresco, las visitas, la falta de sueño. Me invade la pereza.

Necesito unas vacaciones.

martes, 12 de agosto de 2008

Disneyworld a la yucateca

Qué gran idea es Xcaret. Una playita, unos ríos subterráneos naturales, unas lagunas y un poco de selva que alguien decidió amortizar convirtiéndolos en parque temático. Respetando la naturaleza pero con sus tiendas, sus restaurantes y sus fotógrafos en cada esquina tentándote para que compres las fotos al final, fantástico recuerdo para toda la vida con gafas de agua, chaleco salvavidas rosa furcia y cara de felicidad dentro de una gruta. He comprado dos, me lo he pasado como una niña, he disfrutado sonriente del espectáculo final con historia y cultura de México (demasiado buena parece que fue la Iglesia que evangelizó a los indiecitos, qué grandes los viejitos bailarines de Michoacán, qué espectaculares the Papantla flyers), he tocado una tortugota marina enooooorme y he constatado, tras ver muchas por todas partes, que Warhol es la iguana más guapa del mundo.

Mañana no hay agua. Ya toca interior, cultura, historia, mayas. Mañana, Chichen Itzá.

Como Curro, en el Caribe

Seguí caminando. Me acerqué al embarcadero del que salen los ferrys para Cozumel. Faltaba menos de una hora para el siguiente, y un muchacho me interceptó cuando iba a comprar mi billete. "¿Hablas español?". Sí, claro, español de España, que a veces no tiene demasiado que ver con el que se habla por aquí. El caso es que el muchacho era de una agencia de turismo y, en vistas de que yo sola poco podía hacer para recorrer Cozumel sin tener ni idea, dejé que me vendiera una forma fantástica de invertir el resto del día: una excursión en barquito bordeando la isla y visitando tres arrecifes. Incluyendo barra libre y, tachán, tachán, equipo de buceo con tubo. Y ahí estaba yo un rato después, esnorkeleando como loca por los arrecifes de coral y viendo pececitos de todos los colores. Tremendo, menuda experiencia. Quiero repetir, y quiero bucear en serio algún día. Queda pendiente.

Ya anocheciendo regresamos a la isla, pateé empapada aún y me senté a ver un mariachi callejero con baile y todo. Tras una breve incursión en el Hard Rock Café más pequeño del mundo volví a Playa del Carmen.

Decidí que una turista aguerrida como yo que había hasta buceado con los peces de colores no se achicopalaría ante algo tan sencillo como volver a casa, así que pasé de taxi, me metí por callejuelas desiertas de turistas y busqué una camioneta que me dejara "frente a la Coca". Con un par llegué solita al cuartel general y me encontré a mis anfitriones y sus chorrocientos primos del pueblo que andaban por aquí de visita de fiesta en el jardín, comiendo brochetas y bebiendo cerveza y una extraña combinación de alcohol, cocacola y agua con gas. Qué rica peda, dicen por acá.

El sábado salimos de casa con puntualidad mexicana, o sea, como dos horas más tarde de lo previsto. Un paseíto por Puerto Morelos, reducto de mexicanidad aún no absorbida por el turismo. Un par de cervecitas (ingiero unos 15 litros diarios, lástima que la sude según la bebo), y nos fuimos al aeropuerto a buscar a la argentinísima Lula. Está bien improvisar, y olvidarse del reloj y esas cosas, pero todo hubiera sido más fácil si a) hubiésemos llegado con pelín más de tiempo, y b) ella hubiera sabido que íbamos a ir a buscarla. Pero tuvo su gracia la aventurita.

Tras renovar la ruta por Cancún, por la noche por fin llegó el gran momento: el tequila. Y tras el tequila, a la piscina, a medianoche. Qué dura es la vida.

Claro que lo de hoy ha sido mucho más estresante: cumpleaños de Enrique, el muy más mejor amigo de Froguez desde la infancia. Allá que nos hemos ido toda la familia: Froguez, Marce, las niñas, Lula y yo. En un solo coche, claro.

Resulta que el cumple ha sido en una casita paupérrima: siete habitaciones, cada una con su baño, todas con vistas al mar y una piscina infinita, uséase, de ésas que te sientas dentro del agua a temperatura jacuzzi y parece que estás en la mismísima playa. Alcohol, comida, conversación, música, sol... Pa quedarse a vivir, vamos. A ver si me hago millonaria de una vez, carajo.

De vuelta a casa, con Froguez borracho directo a su piscina, escribo frente a la tele. Tom Cruse acaba de salvar al mundo y a su hijita, creo. Me fumo un cigarrito y a dormir. 

sábado, 9 de agosto de 2008

Abierto por vacaciones

Pues diez horas de viaje no eran tantas. Mi primer vuelo transoceánico directo, si exceptuamos el de Chile, que no lo pagué yo, transcurrió relajado, subjetivamente rápido y muy cómodo, con dos asientos para mí sola. Lo más destacable, las consecuencias de la crisis: el billete no era especialmente barato, la comida no resultó abundante ni mucho menos y, oh, sorpresa, cobran tres eurazos nada más y nada menos por los auriculares. Y no son precisamente la última maravilla de la tecnología, no. Son la misma porquería de auriculares que siempre, sólo que ahora cuestan un trocito de riñón. Y claro, a ver quién es el guapo que se come un vuelo de diez horas sin una mísera peli. Tuve un momento de pánico: igual estos mamones ponen los auriculares con una clavija especial. Pero no, aún no llegan a tanto. Una vez que comprobé que los de mi mp3 servían, hale, a ver cine gratis. Qué lujo.

Y qué calor. Porque calor es, mayormente, lo que hace en el Caribe. ¿Quién necesita bañarse en el mar cuando te pasas el día empapado? Claro que nadar en el propio sudor de uno es un tanto desagradable, pero digo yo que todo es acostumbrarse. Que el calor no asusta a un madrileño, carajo. La humedad sí, un poco. Creo que me voy a disolver.

Nada más llegar te ves inmerso en el calor. Aterrizas, tardas tres o cuatro horas en pasar los controles de pasaporte, recoges la maleta rápidamente (ventajas de las horas perdidas en los controles), pasas la aduana ("¿lista para los tequilas?", me pregunta el aduanero. Lo llevo escrito en la frente) y ¡paf!, a la calle. Sin transición. Bofetada de calor y decenas de mexicanos sudorosos esperando a sus parientes y amigos. Uno de ellos, tal como había prometido, me abrazó. Mi pariente y amigo Froguez, Nando para los parientes y amigos.

Ruta rápida en coche por Cancún (hoteles, hoteles y hoteles, centros comerciales para guiris; Tenerife a lo bestia), paradita para comprar fruta con chile y limón (espectacular) y ver el mar. ¿Cómo puede tener ese color? Es por el arrecife (el segundo más grande del mundo tras el australiano), y por la arena, que es muy blanca, me explica Froguez-Nando. Vale, vale, sí, pero, ¿cómo puede tener ese color? Y eso que era casi de noche...

Hoy es de día, camino por Playa del Carmen tras un reparador sueño (y fresquito, bendito ventilador) y después de ver la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos. Tremendos los chinos organizando espectáculos multitudinarios. Que se prepare Occidente, nos van a comer crudos.

Y eso, que divago, que camino por Playa del Carmen. Sudo. Me acerco a ver el mar. ¿Cómo puede tener ese color? Me detengo cada dos cuadras buscando sombra. Me unto de crema. Sudo. Ya está bien, busquemos un bar. Qué fresquita la Tecate. Unos músicos callejeros versionan María Isabel. "Toma tu sombrero y póntelo", dicen. Claro, aquí coger no está bien visto, al menos con un sombrero. Se van los músicos y en el bar suena el Boss. Otra Tecate, me quedo aquí a vivir.

Vaya, parece que he dejado de sudar a chorros, ahora sólo sudo regueritos. Tendré que seguir caminando, que queda mucho día por delante.

lunes, 21 de julio de 2008

Sencillamente Magic

En 15 días he visto cuatro de los mejores conciertos que veré este año, y no sólo este año. Primero, los de Police y Rem, ya relatados aquí. Luego, el miércoles pasado, Malevaje en la Plaza de España, que además de ser un conciertazo incluyó cañas posteriores y una entrevista fantástica (no porque la hiciera yo) que se publicará próximamente en Una copa con.


Y ayer, el éxtasis: Bruce Springsteen en el Camp Nou. Tres horas de concierto (yo pensaba que era una exageración de los cronistas, pero es cierto) dan para muchísimo, y se me ocurren cientos de cosas que contar. Podría hablar del derroche de sonido, de un público volcado como nunca con un artista, de un artista volcado (literalmente, qué manera de dejarse tocar) con su público, del mejor culo de la historia del rock, de una banda de la Calle E en plena forma, de los 59 años mejor llevados del panorama musical, de himnos como The river o Born to run coreados por decenas de miles de personas... Pero ni aunque llenara líneas y líneas de blog conseguiría transmitir ni la mitad de lo que sentí anoche. Así que resumo en una frase: Bruce Springsteen es el mejor en directo. El mejor.

martes, 15 de julio de 2008

I have stood here before inside the pouring rain

¿Alguna vez habéis visto un concierto en un cenagal? Yo sí. Dos, para ser exactos.

El primero, Bruce Springsteen en Las Ventas tras una tremenda tormenta de verano que dejó el ruedo convertido en una plasta hedionda mezcla de arena y sangre. Puaj.

El segundo, menos asqueroso pero más resbaladizo, hace unos días en Kobetamendi, en Bilbo, pues. Y ya se sabe que cuando llueve en Bilbao, llueve de verdad, sin mariconadas.

El BBK Live Festival arrancó bajo un sol de justicia pero con unas nubes amenazadoras en el horizonte. Cuando llegamos a lo alto del monte estábamos sudando, así que hubo que reponer fuerzas y líquidos vía birra y bocata de jamón antes de acceder al recinto. Una vez dentro, los adultos y las embarazadas decidieron irse al fondo, a sentarse en el prado y ver tranquilamente el concierto. Yo, en mi tardoadolescencia cercana a la treintena, me decidí por irme p'alante, para verlo lo más cerca posible, que no todos los días ni mucho menos tiene uno la oportunidad de ver en directo nada más y nada menos que a The Police.



El concierto arrancó bajo un clamor del público que debió de resonar en todo Euskadi. La noche estaba ya fresca y Sting apareció con una camiseta de manga larga que le marcaba un montón de músculos poco habituales a esa edad. Qué pedazo de hombre, cómo se puede estar tan bueno...

Más allá de cuestiones libidinosas, fue un concierto raro, la verdad. Con un repertorio ligeramente diferente al que desgranaron en Barcelona el año pasado, incluyendo rarezas que nadie se esperaba como Demolition Man y dejando fuera -con gran tristeza por mi parte- temas como Synchronicity II. Al público le costó conectar con los músicos y a los músicos con el público.
Abajo, entre la muchedumbre, el calor era considerable y se agradeció que el txirimiri empezara a empaparnos sin mojar. Mientras, sobre el escenario aumentaba la temperatura, Sting sudaba y los ritmos que hicieron de Police un grupo mítico iban siendo reconocidos por el público en los primeros acordes. Sí, creo que fue la lluvia. Conforme aumentaba en intensidad crecía el entusiasmo, y justo llovió en serio en la que, para mí, es la mejor canción del trío británico: King of pain. Un momento absolutamente mágico.

Dejó de llover poco antes de que acabara el concierto, dejando un sabor de boca a tierra mojada y a concierto irrepetible.



The rain came down

The rain came down

The rain came down on me



El día siguiente, sábado, fue un día triste. Empezó bien, muy bien, con sol, amigos y paella en Yurre, pero la vuelta a Bilbao me dejó con los ánimos por los suelos. Una mezcla de embriaguez y principios de resaca, malestar general y tristeza me acompañaron desde el límite provincial entre Álava y Vizcaya y, aunque me despejé un poco con el largo paseo entre el Termibús y la casa que me acogería esa noche, no estaba de ánimos.

Podía ser peor: nada más pisar el apartamento en cuestión descubrí que estaba dotado con una gran cristalera que en cualquier otra circunstancia me habría parecido fantástica, pero que en ese momento hizo que se me fuera el alma a los pies. Los cristales estaban empapados; en los dos minutos que había tardado en subir al piso se había puesto a llover con entusiasmo. Me senté en el sofá, sin ganas de hacer nada. Durante más de una hora me dediqué a beber agua, fumar y mirar los goterones que chorreaban por los cristales. De vez en cuando me levantaba para acercarme a la ventana y mirar hacia la calle.

Cuando ya estaba oscuro y había desechado la idea de ir al concierto de Lenny Kravitz bajo la lluvia -tenía intención de verle desde la hierba: no me gusta mucho pero podía ser interesante- se relajó un poco el nivel de agua que caía por metro cúbico, y un rato después decidí que ya me encontraba mejor, que había ido hasta ahí y me había gastado una pasta con un único propósito, así que me fumé un último cigarrillo, eché al bolso el fantástico chubasquero que me había agenciado en Vitoria y salí a la calle. La llovizna me acompañó hasta el metro, me siguió desde el BEC hasta el bus y me empapó desde el bus hasta Kobetamendi. Con el flequillo pegado a la frente y un principio de alegría en el cuerpo entré en el recinto del festival, y el panorama era desolador: imaginad una playa en que la marea está bajando y el agua deja surcos, charcos y lagunitas en la arena empapada. Pues así pero lleno de gente y basura.

Un barrizal. Ahí entendí lo que significa esa palabra. Aquello era una puta fábrica de barro. El camino principal estaba enfangado, pero nada comparado con donde se supone que me iba a poner para ver el concierto. Miré mis zapatillas, mis fantásticas zapatillas neoyorquinas a las que tanto cariño tengo, y decidí confiar en ellas. Me sonreí y atravesé con mucho cuidadito un riachuelo espontáneo que se había formado bordeando el mogollón de público que se iba colocando disperso, evitando los grandes lagos, en torno al escenario principal. Encontré un buen hueco, iba a ver el concierto genial. Una euforia impensable horas antes me invadió.

Fumé y, mirando caer la lluvia en los reflectores, decidí que ya estaba bien. Me quité la chaqueta para evitar el efecto invernadero y me calcé el chubasquero, que resultó ser de tamaño familiar. No sin dificultad conseguí sacar los brazos por las mangas, vi que aún quedaban 20 minutos para que empezara el concierto y miré a mi alrededor. A pocos metros aunque al otro lado del río había un cachimán, o sea, un muchacho que vendía cerveza y se hundía en el barro bajo el peso de la mochila-barril que llevaba a la espalda. Me acerqué despacito -mi mayor preocupación en esos paseos por el fango era no resbalar y quedarme pegada en el suelo-, me compré una birra, volví a mi sitio y me dispuse a esperar feliz el gran acontecimiento.

Y llegó. Se apagó la música, se encendieron las luces y aparecieron en el escenario las pestañas más largas del panorama musical. Flaco, sonriente, elegante en su traje y protegiéndose del relente bilbaíno con un foulard anudado al cuello, Michael Stipe consiguió en pocos minutos lo que a Sting le costó una hora: conectar. Claro, jugaba con ventaja: 35.000 personas llenas de barro y agua que se habían llenado de barro y de agua con el único propósito de ver a otro trío -desde hace no mucho-, esta vez estadounidense. Estábamos entregadísimos, y nos lo agradecieron con un conciertazo. Qué feliz fui.


Cuando más llovía llegaron Loosing my religion y Man on the moon. Me quité la capucha, dejando que el agua me cayera por la cara y por la cámara de fotos, y no pude parar de sonreir desde entonces hasta varias horas después, cuando ya había llegado a casa y comprobado que mis zapatillas no me habían fallado y seguían siendo preciosas, cuando ya había bajado desde Kobetamendi andando bajo la lluvia porque estaba demasiado contenta para esperar el bus, cuando el sonsonete de Shiny happy people me llenaba la cabeza aunque no la hubieran cantado.
Ya había visto a REM antes, dos veces, las dos en Madrid, sentada y a cubierto. Y no las cambio por el diluvio bilbaíno, no señor.

miércoles, 2 de julio de 2008

Puntos de encuentro

Llevo toda la vida juntando palabras. Escribo desde que tengo uso de razón, desde siempre; de pequeña llegué a copiar capítulos enteros de libros sólo por el placer de escribir, de ver deslizarse por un cuaderno de rallas mi pluma nueva, con esa tinta violácea que tanto me gustaba. He escrito cuentos, bocetos de novelas, microrrelatos, columnas, críticas, crónicas, cientos de artículos periodísticos, pero lo que nunca he podido escribir (no, al menos, desde que a los siete u ocho años dejé de intentarlo tras darme cuenta de que no era lo mío) es poesía. Algún intento aislado, muy aislado, de verso libre, pero siempre vergonzante.


Puede que esa sea una de las razones de mi escasa afición por leer versos, o puede que sea al revés: no he leído de poesía más que lo básico, y así es imposible escribir algo decente. Por eso admiro tanto a la gente capaz de hacerlo. Y es que, ojo, que no me entusiasme la poesía no quiere decir que no idolatre a algún que otro poeta.


Juntar palabras con ritmo, con sentido, con intención, con musicalidad, ir mucho más allá de la prosa en que todo vale... cualquier persona capaz de aventurarse en semejante berenjenal merece mi respeto, y si encima lo hace con clase, con estilo y con talento, me quito el sombrero.






Por eso disfruté tanto el sábado en Diablos Azules con la presentación de Punto de fuga, el último libro de Sonia San Román. Porque escuchar recitar a alguien con tal pasión, con tanta entrega, esos pequeños trozos de vida que tanto dicen, me pone la piel de gallina. Y decir además que alguien con tanto talento se cuenta entre mis amigos, eso no tiene precio.

miércoles, 25 de junio de 2008

Aunque se me ha pasado la indignación...

Finalmente, la semana pasada se actualizó Sincolumna el miércoles y, como el texto que había escrito me gustaba, pues ahí lo he dejado una semana más. Y así, de paso, añado un par de curiosidades que descubrí documentándome en internet, concretamente visitando las páginas oficiales de dos de los personajes que cito en la columna:

- ¿Sabéis que comprando el libro de Aída Nízar a través de su web regalan dos noches de hotel? Eso sí que es una buena estrategia de márketing, pardiez, y no esa estúpida justificación de "por qué lo escribí" que está colgada en la página.

- Mira que he rebuscado en su currículum, pero Risto Mejide no ha sido nunca jurado de Operación Triunfo...

Hay un submundo ahí fuera que nunca dejará de sorprenderme.

miércoles, 18 de junio de 2008

No se me ocurre un buen título

Vaya, cómo pasa el tiempo. Hace mucho que no escribo por aquí, y me avergüenza hacerlo sólo para anuncios y promociones, como decía Antonio Gasset.

Me escudo en la falta de tiempo, como siempre. Pero pierdo un montón de minutos y hasta horas haciendo nada. Tengo algún post en la cabeza que nunca escribiré. La semana pasada tendría que haber publicado uno titulado Aquí estuvo Michael Jackson, sobre mi periplo por Zaragoza sin parar de currar, la Expo de lejos, el Hotel Boston lleno de autoridades y el recuerdo de gente besando el suelo que pisó el cantante blanquecino. Pero nada, se quedó en el tintero. Una pena, porque estaba muy bien.

Y ahora no estoy de humor para escribir nada interesante. Puede que este blog sea una de las múltiples cosas que empiezo y abandono a mitad de camino. Así no lograré nunca ser nada en la vida. Todo a medias, todo inacabado, todo siempre igual, sin avanzar.

Bah, mejor me voy a ver la tele, basta de ordenador por hoy.

Ah, esta semana nos tomamos Una copa con Tito Dávila. Sincolumna no hay, al menos de momento no se ha actualizado esta semana, ¡pero conste que yo la envié! Así ya tengo para la semana que viene, menos tiempo que pierdo pensando y más tele que puedo ver.

martes, 3 de junio de 2008

Ya m'he estrenao!!


Por fin llegó el día: tengo el honor de anunciar que he publicado mi primera entrevista de verdad, así firmada y todo con mi nombre, en Una copa con. La charla es con Marwan, un cantautor madrileño que, además de ser un tipo encantador, tiene un talento bastante considerable.

Y encima, mi debut copístico no ha sido especialmente discreto, empiezo polemizando... echad un ojo a los comentarios para más información.

jueves, 29 de mayo de 2008

Salamanca candela

Vengo a Salamanca por segunda vez en mi vida y, de nuevo, a trabajar. Y cuando digo que vengo a trabajar quiero decir que vengo sólo a trabajar. A mis veintitodos aún no conozco la mítica marcha salmantina. Pero bueno, ya habrá tiempo; aunque ya no cuele como universitaria, el espíritu lúdico-festivo sigue en mí incluso con más fuerza que en mis años mozos.

Ojo, que venga a trabajar no quiere decir que sea una seta. Intento aprovechar los ratos libres (comidas y tardes-noches) para dar vueltas por ahí, conocer un poco la ciudad (hay un manojo de sitios cuyos monumentos he visto sólo de noche), tomar algo y probar la gastronomía típica. Puede parecer que no es la fiesta padre, y no lo es, pero yo me lo paso en grande. Me gusta pasear sola por callejas de un casco antiguo un martes por la noche oyendo sólo el ruido de mis pasos. Me encanta elegir un restaurante que me dé buena espina, sentarme en una mesa y observar, escuchar, leer, escribir y degustar.

Así es como he terminado en el sitio en el que he comido hoy. Algún día escribiré un tratado sobre cómo encontrar los locales más frikis en cualquier ciudad del mundo. Creo que tengo un talento especial para eso.




¿El criterio de elección? Que había salmorejo en el menú, justo lo que me apetecía, ha sido una señal. Bueno, y también el nombre: ¿cuánta gente en su sano juicio entraría a comer en un restaurante que se llama Tormento? Sí, sí, como suena, Tormento.

Decorado con motivos rococó-bucólico-pastoriles-Luis XIV y atendido por dos camareros, un joven efebo menudito con mechas rubias y un sarasón entrado en años repeinado, con pendiente y gafas de pasta que me ha tuteado desde el primer momento sin perder una educación exquisita.

Ah, y la comida estaba buenísima.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Asaltando bibliotecas

Este lunes venía cargado de novedades, pero llevo dos días demasiado densos como para robarles un minuto y escribir aquí. Y claro, Yelacis y sus martes sin tensión se me ha adelantado comentando la sincolumna de esta semana.

Comentario curioso: uno empieza yendo a la biblioteca porque el sueldo no da y resulta que los múltiples placeres que se obtienen a cambio superan con creces la cuestión de la pela.

A mí me gusta sobre todo la cuestión del descubrimiento, de la aventura. No sé cuántos libros tengo en casa, muchos, varios centenares, pero si cuento los autores o temas no me salen tantos. Compro sobre seguro, no es cuestión de tirar el dinero. Y luego disfruto enormemente de la excitación de entrar en una biblioteca, el corazón se acelera ante la perspectiva de descubrir algo nuevo, se van los ojos hacia las estanterías, con un puntito de nervios, y cual Terminator se va focalizando el objetivo, reduciendo el campo de búsqueda hasta que, voilà, ahí estás, te leeré, te vienes conmigo a casa. Uf, qué subidón.

lunes, 12 de mayo de 2008

De nuevas copas

Por fin me he estrenado en Una copa con... No ha sido con una entrevista, sino con una croniquilla de un concierto, el de Pablo Ager, pero bueno, mi primera aportación a este proyecto que espero que llegue muy lejos ya está publicada y me hace ilusión.

Ya tengo otra razón para promocionarme los lunes además de las sincolumnas. Por cierto, la de esta semana se la dedico a Yelacis, querida, que dio con el título del libro que estoy leyendo.

jueves, 8 de mayo de 2008

Días de hotel

Que te saquen de viaje para cubrir unas jornadas fuera de tu ciudad está muy bien, pero que te las organicen en el mismo hotel en que te hospedas debería estar penado por ley. Dicen que Lérida es una ciudad muy bonita. Dicen que está "ahí fuera". Yo no me lo creo.

Aunque tiene sus ventajas: ante una ponencia soporífera, siempre es posible huir dos plantas más arriba, meterte en la habitación y escribir alguna chorrada.

PD. Yelacis, querida, ¿has conseguido averiguar el título del libro?

Noches de hotel


Cuando viajo por trabajo duermo muy poco. Sí, sí, aún menos de lo normal. Pero es que me encantan las habitaciones de hotel. Me tiro horas haciendo zapping, mirando por la ventana, estudiando la carta del servicio de habitaciones, jugando en el ordenador, leyendo, escribiendo o, simplemente, perdiendo el tiempo.

Me encanta viajar sola, en salidas relámpago, hoy cojo un avión, paso la noche en otra ciudad, todo el día trabajando, mañana más trabajo y vuelvo a casa. Es agotador, mucho más que estar en la redacción, acabo currando bastantes más horas, pero me gusta igual. Siempre hago una foto de lo que se ve por la ventana del hotel y otra de la habitación. Luego las repaso y me cuesta recordar a qué ciudad pertenecían; creo que eso es parte del encanto.
Ahora mismo estoy en Lérida, acabo de terminar los artículos que tenía que enviar al periódico, son más de las tres de la mañana y, en lugar de irme a dormir, asalto el minibar, me enciendo un cigarrillo y me pongo a escribir esto. Mañana (dentro de un rato), me levantaré a las 8, me daré una ducha rápida, desayunaré cualquier cosa (lo que menos aprovecho son los bufés de los hoteles, una pena) y otra vez al tajo después de despedirme con tristeza de la habitación tras la consabida foto. Y pensando en cuál será la próxima ciudad, el próximo hotel, la próxima habitación.

lunes, 5 de mayo de 2008

Cuatro días, cuatro puntos

Desde luego, no puede una relajarse... Me marcho cuatro días de puente (qué peazo de ciudad es Roma, madre del amor hermoso) y a la vuelta:

1. Ha muerto Calvo Sotelo. Da penita, pero significa algo: la transición a la democracia ya no es pasado reciente, sino que empieza a convertirse en parte de la historia.

2. El Madrid ha ganado la Liga. Me alegro mucho, por un lado porque no me gusta el riesgo, eso de dejarlo todo para el último partido y hacer el ridículo más espantoso si se pierde después de semejante temporadón, y por otro porque no soy de ésos que querían cantar el alirón el miércoles ante el Barça. No me gusta humillar al contrario porque alguna vez tocará perder y no me gusta que me humillen.

3. Tengo 74 correos nuevos, de los que más de 60 son notificaciones de Facebook, de las que unas 50 son de las mismas tres personas. ¿Cuántas horas diarias dedicáis a la web ésa, chiquillos? ¡¡Salid al mundo exterior!!

4. El Robocop, por supuesto.

miércoles, 30 de abril de 2008

¿A alguien le interesa cómo escribo?

Aprovecho un comentario "tonto" de Yelacis a la entrada anterior para cascarme un post con todo el morro, que si no no actualizo ni a tiros.

Qué va, chica, en la libreta verde no, que es muy chiquitina y bastante incómoda para escribir textos medianamente largos. Lo que sí uso es otra libreta de tamaño medio, bastante gordita y con las tapas de Harry Potter y la Cámara Secreta que me compró mi tía en los chinos. Es de anillas, y en el lateral cabe perfectamente un boli. Suelo llevarla siempre conmigo y, contra todo pronóstico, tiene escritas más de la mitad de sus páginas. ¿Con qué? Pues con todas las movidas que desde hace un tiempito llenan mi ya menos oxidada neurona: sincolumnas, relatos -que, por cierto, acabo de ganar por segunda edición consecutiva el concurso que hacemos en el curro, ¡soy taaaaaaaaaaaaan feliz!-, entradas para el blog, ideas para best-sellers, proyectos entrevistas y crónicas para Una copa con... Abro esa libreta por una página al azar y sonrío, me hace sentir bien, más viva que antes al menos.

Lo curioso es que, salvo un relato si no recuerdo mal, ninguno de los textos que hay en la libreta está completo. Fecha, título, algunas líneas, a veces unas pocas páginas... El muso viene cuando menos te lo esperas, ¿no? Algo de eso comentaba en el post anterior: estoy en un bar, en el metro, en una rueda de prensa (ejem), por la calle, y se me ocurre una idea. Si ando liada, trato de memorizarla (¡craso error!) pero, si puedo, intento empezar a escribir. Y una vez que tengo el principio lo demás va rodado: en cuanto llego a casa (o al curro) y me siento frente al ordenata escribo todo del tirón.

Claro que, a veces, el muso viene forzado cuando tiene que venir. Generalmente, los domingos por la noche. Entonces escribo directamente en el ordenador. Como ahora.

miércoles, 23 de abril de 2008

Nada que decir

Nunca he sido una persona dicharachera, parlanchina, charlatana, la alegría de la huerta, el alma de la fiesta, el eje de la conversación. Más bien tiendo a ser callada (salvo ocasiones), a escuchar más que a hablar; de hecho, me gusta pensar (o creerme) que sólo hablo cuando tengo algo que decir. Esto lo considero una virtud en mi vida corriente, valga la modestia, aunque es un problema cuando de escribir un blog se trata.

No me salen agudas reflexiones sobre el oficio como a Alan, el escritor, ni me veo contando mi vida, como hace con tremendo gracejo mi amigo Simón, que tiene a su favor, todo hay que decirlo, una vida bastante más interesante que la mía.

Mi intención era contar en este blog cosas que me parecieran interesantes, descargar tensión, generar polémica, reflejar mi visión del mundo y ejercitar la crítica literaria/cinematográfica/musical/teatral, entre otras cosas. Bueno, pues nada. De eso, nada. Llevo unos días un tanto cargaditos de contenido y claro, actualizar esto pues como que no. ¿Significa eso que he fracasado en mi aventura por la blogosfera? Espero que no, pero tampoco me voy a estresar.

Total, es cuestión de tiempo. Cuando inventen el web 3.0, que nos permitirá interactuar con las máquinas gracias a chips implantados en el cerebro, me crearé un blog que podré actualizar con la mente, sin tener que sentarme frente al ordenador. Y ahí sí que vais a flipar, porque las ideas más brillantes, disparatadas, originales, curiosas e interesantes se me ocurren cuando estoy paseando por la calle, en el metro, en el curro, en la cama, en el baño, en el bus, en los bares, en todas partes menos cuando tengo un ordenata o una libreta a mano y tiempo para escribir. Entonces es cuando me monto mentalmente mis críticas, comentarios y reflexiones, las elaboro, les doy vueltas, me quedan niqueladas en la cabecita... Y al rato se me olvidan. Una pena.

Pero lo dicho, al tiempo.

lunes, 7 de abril de 2008

A ver si ahora cuela

Creo que por fin he encontrado una solución salomónica para contentar a mis fans más críticos, aquéllos que ven igual de mal que cuelgue aquí las sincolumnas como que deje de hacerlo.

Hoy es lunes, hay actualización columnera y creo que a partir de ahora me limitaré a mencionarlo, hala. Lecturas allí y comentarios aquí. ¿Contenta, fanmáscrítica?

Sin embargo, hoy añado algo. Dado que el origen de la columna está mitad aquí (un poco más abajo, ¡viva la retroalimentación!) y mitad en alguna charla mantenida con colegas no virtuales, doy las gracias por las colaboraciones.

¡Feliz lunes!

viernes, 4 de abril de 2008

Bandeja de pendientes

Vamos a ver... De aquí al lunes (en teoría, siempre es en teoría) tengo que:

- Pensar y escribir la Sincolumna de la semana (¿alguna sugerencia?).
- Hacer el relato para el concurso del curro (el tema de esta edición, La Luna. Creo que tengo una idea, a ver si me sale).
- Redactar un capítulo (¡el primero! ¡qué responsabilidad!) de un proyectito a cuatro manos que tengo con el DJ.
- Picar una entrevista para el último embolao en el que me he metido (encantadísima y feliz, eso sí): Una copa con.

¿Y encima hay quien se queja porque no actualizo el blog? Habrase visto...

viernes, 28 de marzo de 2008

¿Y qué si leemos más?

Me deja mi amigo Alan, el escritor, un comentario en el post anterior:

No has terminado de comentar lo que te parece eso de que las mujeres
supuestamente lean más. ¿Qué es esto, un medio imparcial?

¿Y qué quieres que diga ante la evidencia? Las mujeres leemos más, y me parece bien, y me parece normal. Desde pequeños: el porcentaje de niñas que se decantan por Barco de Vapor es mucho mayor que el de niños, que a esa edad suelen preferir un balón de fútbol (ya lo sé, no todos). Y así toda la vida. Sólo tienes que echar un ojo al mercado: hay mucha literatura "para mujeres", no así "para hombres". Porque claro, no podemos olvidar, tristemente, que leer más no significa leer mejor, y la proliferación de jazmines, diamantes, arlequines y todo tipo de novelas romanticonas algunas cuasieróticas sigue siendo terrorífica, no hay más que meterse en el metro para comprobarlo.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Y la muerte le besó

En una de las direcciones de correo electrónico que más uso, y también en alguno de los nicks que suelo utilizar en mis andanzas por la interné, aparece el número 47. Mucha gente me ha preguntado qué significa el resto del nombre (Jarreth) pero creo que nadie se ha interesado por el número que, obviamente, no hace referencia alguna ni a mi edad ni a mi fecha de nacimiento. En vista del poco interés que despierta la cifra en cuestión, voy a explicar su origen y no el del resto (jota a erre erre e te hache... ¿Cómo? ¿Yarré? Sí, sí, algo así).


1947 fue un año que ha hecho mucho por mi imaginario particular. Vio nacer no sólo al más grande, a David Bowie, sino a bastantes de mis ídolos mayores y menores: James Woods, Peter Weller, Eusebio Poncela, Paul Auster, Stephen King, Víctor Manuel y alguno más que ahora mismo no recuerdo.

Pero no queda ahí la cosa: en tan mágico año se estrenó una de mis películas favoritas. Se trata de El beso de la muerte, en que se cuenta la historia de un exconvicto (Victor Mature, único fallo de la película), que tras salir de la cárcel trata de iniciar una nueva vida alejado del hampa. El problema es que para obtener la libertad traicionó a sus compinches, y eso no está bien visto. Por eso, el más inquietante y sádico de los malechores le busca para agradecerle su gesto. En su búsqueda deja para la historia del celuloide la escena más salvaje del cine negro, y ríete tú de Bogart acosando al dulce Leslie Howard en El bosque petrificado. Y es que al malo malísimo no le bastó con arrancar una lámpara, atar con el cable a una anciana paralítica a su silla de ruedas y lanzarla con silla y todo escaleras abajo, sino que además se meaba de la risa. Esa risa helará la sangre de todo el que vea la película y tenga sangre en las venas. Ese jovenzuelo rubio, con cara de perverso, mirada sibilina, sonrisa terrorífica y traje al más puro estilo Capone era un actor que irrumpía en Hollywood y en la historia con semejante papel, nominación al Oscar incluida.

El beso de la muerte fue la primera película de Richard Widmark, que sin ser ni muy alto ni muy guapo ni un tremendo actor ni un galanazo, es para mí uno de los más grandes. Por varias razones:

- Por empezar su carrera convirtiéndose en el más malo.

- Por tener una voz a la vez dulce, a la vez aguda, a la vez temible cuando hacía del más malo.

- Por haber hecho tanto y tan bien de malo hasta cuando peinaba canas, como en Contra todo riesgo, con la réplica de un entonces aprendiz de perverso James Woods.

- Por ser tan increíblemente adorable, heroico y el bueno de la película en otras tantas, como Dos cabalgan juntos y El gran combate.

- Por hacer películas del Oeste fuera de los cánones como La ley del Talión, Desafío en la Ciudad Muerta o Álvarez Kelly.


- Por dejar perlas interpretativas tan brillantes como las de La noche y la ciudad (la de 1950, claro, que la de De Niro es un remake) o Pánico en las calles.

- Por ser tan rubio.

- Por morir tan bien en tantas películas en que al pobre se le cargaban.

- Por ser el mejor caso de Poirot en Asesinato en el Orient Express.

- Por hacerme soportar a Spencer Tracy (lo confieso, no le trago) en ¡dos películas!: Los juicios de Nuremberg y Lanza rota.

- Por interpretar en la mítica El Álamo el papel de Jim Bowie. ¿Adivináis de qué personaje histórico norteamericano sacó alguien su nombre artístico?

- Porque me pongo a repasar su filmografía y no terminaría nunca esta lista.

Richard Widmark, nacido en 1914, murió ayer, pero todas estas razones y muchas más no morirán nunca.

jueves, 20 de marzo de 2008

La vida es una mierda

Ayer me llamó mi madre cuando estaba en el trabajo. "Tengo una mala noticia", dijo, haciendo gala de mano izquierda. Durante una décima de segundo se me pasaron por la cabeza miles de malas noticias: la imaginación no tiene límites cuando se trata de tragedia. Al menos tenía claro que a ella no le había pasado nada grave, mayormente porque me estaba hablando y además desde casa (bendito sea el que inventó los teléfonos con pantalla), pero aun así el abanico de posibles desgracias era grande.

Transcurrida esa eterna décima de segundo, continuó: "El pequeño de Yolanda, que se ha matado con la moto". "¿Mario?", pregunté abriendo mucho los ojos. "Sí, con 17 años".

Yolanda es mi prima. Nunca he tenido una relación muy estrecha con mis primos: todos son demasiado mayores (de los 40 que tiene mi hermano p'arriba) y sus hijos demasiado pequeños. Envidio a la gente que tiene una legión de primos con los que se lleva genial, con los que juega, con los que crece, como mi hermano los tenía de niño, como Mario, el hijo de mi prima Yoli, los tenía hasta ayer. Bueno, no siempre: ahora no les envidio.

Con todo esto busco justificar que ayer, cuando me llamó mi madre, cuando me dijo qué había pasado, cuando comprobé que la mala noticia no era ninguna de las terribles noticias que había imaginado, lo que sentí fue alivio. Había muerto un niño, mi primito lejano, y eso es horrible. Pero para mí... no sé explicarlo, por eso quería escribirlo, a ver si me sale. Para mí no era una noticia de las que te machacan, no era nada de lo que en centésimas de segundo se me había pasado por la cabeza, y eso me alivió. Como a cualquier ser humano, supongo. O quiero suponer.

A todos nos toca, nos ha tocado y nos tocará en algún momento recibir ese tipo de noticias, de las malas, las peores, y cuantas menos veces, mejor, pensándolo fríamente. Estoy triste, muy triste, pero ésta vez la mala suerte ha ido a parar sobre los que compartían su vida con Mario: su hermano, sus primos, sus tíos, sus amigos, sus padres. Sobre todo ellos: lo peor que le puede pasar a uno en esta vida es perder a un hijo.

viernes, 14 de marzo de 2008

De hipócritas

El tiempo desnudará a los que hoy se disfrazan.


William Shakespeare, El Rey Lear, versión (bastante libre) de Juan Mayorga.

lunes, 10 de marzo de 2008

Ya no me plagio

Dicen mis críticos (tengo casi tantos como seguidores, o sea, un par, y en ambos casos son los mismos) que no está bien que me autoplagie y cuelgue aquí lo que publico en Sincolumna.com. Cachisenlamar, ya me quedo con una entrada menos a la semana, con lo prolífica que soy yo.

Pero todo tiene solución menos la muerte, y hay maneras de conjugar la crítica constructiva con el autobombo y la falta de imaginación: hacerme un post hablando de mi libro, digo, de mi columna, sin necesidad de plagiarme. ¿La excusa? Citar mis fuentes. Cuelgo aquí el texto íntegro de la noticia en que me he inspirado esta semana, y de paso le doy las gracias al muso que me la pasó. Ahí va:


UE-MUJERES Mujeres van más a teatro y leen más que hombres, que ven más cine y deporte


Bruselas, 6 mar (EFE).- Las mujeres europeas se inclinan más por el teatro que los hombres y también hay más lectoras, mientras que los hombres son más asiduos al cine y, sobre todo, a los espectáculos deportivos.
Así se desprende de la encuesta sobre actividades de ocio de hombres y mujeres
difundida or Eurostat, la oficina estadística comunitaria, con motivo de la celebración del Día Internacional de la mujer trabajadora, el próximo 8 de marzo.
Según estos datos, el 34% de las mujeres de la UE acudió al teatro el año pasado, frente al 29% de los hombres, y el 74% de la población femenina leyó por lo menos un libro, tasa siete puntos superior a la masculina.
El 53% de los hombres fue tanto al cine como a un espectáculo deportivo, porcentajes que en el caso de las mujeres fueron del 50% y 25%, respectivamente.
En España, las mujeres superan a los hombres en lectura, ya que el 60% terminó un libro el año pasado, frente al 50% de los hombres.
Los españoles, hombres y mujeres, son, junto a los griegos, chipriotas, rumanos, portugueses y griegos los europeos que menos leen.
Los hombres españoles van más al cine (el 60%, ocho puntos más que las mujeres), al teatro (26%, dos puntos más) y a eventos deportivos (51%, 24 puntos más).

miércoles, 5 de marzo de 2008

No me gusta decir chau

Escribí esto a mano, en un cuaderno, sentada en una mesa de mi bar favorito, el Diablos Azules, sola, apurando un tercio.

He venido, supuestamente, a ver una actuación cómica, pero sólo supuestamente. En realidad estoy aquí porque aún no sé cuándo mi amiga Ale dejará España, y quiero aprovechar las oportunidades de verla por aquí. Egoístamente deseo que tarde en arreglar sus problemas con las cajas, que retrase su viaje.

Mi amiga Alejandra lleva siete años en España, la conozco desde que llegó, pero no hace siete años que es mi amiga. No sé en qué momento ni por qué empezamos a caernos bien.

Pero ahora se vuelve a Perú, a ser feliz, a tener lo que quiere, lo que le hace falta, lo que quizá le hace falta aquí desde hace mucho tiempo. Quiero pensar que Madrid no le ha decepcionado, que a ratos ha sido feliz aquí, que cuando alcance la plata vendrá de vacaciones, que hablaremos mucho por el messenger. Ahora no hablamos mucho, no nos contamos muchas cosas, no solemos vernos fuera del bar pero, puta, la echaré de menos un huevo.

Qué lejos queda Lima cuando la distancia es de verdad; qué largos son siete años cuando no duran siempre.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Sin aliento

Sí, sé que dije que el concierto de Malevaje del otro día merecía una entrada propia, pero eso no significaba que la fuera a escribir...

De hecho, desde entonces hasta ahora he visto una nueva actuación, aunque bastante peculiar: una entrevista para la radio de Diego A. Manrique aderezada con algunas canciones desnudas, sólo voz y fuelle, en La Boca del Lobo, un garito de Huertas. Fue un experimento curioso. Muchísima gente, el sitio era pequeño y estaba hasta los topes, pero reaccionamos a tiempo y recolocamos nuestros taburetes delante de todos los que llegaron después y sufrieron de pie.

Pero bueno, no es a esto a lo que iba. Lo que pretendo aquí y ahora es contar que por fin descubrí por qué disfruto tanto con los conciertos de Antoñito y Cía. Me pasa una cosa muy curiosa cuando escucho tango, cuando escucho ESOS tangos. Ayer, oyendo Las cuarenta, Silbando, Fuimos, sentía que me faltaba el aire. No, no me faltaba, en realidad había de sobra, ni siquiera se podía fumar. Es sólo que, no sé por qué razón, cuando escucho cantar así empiezo, inconscientemente, a respirar despacito, despacito, despacito, lo justo para seguir escuchando, pendiente sólo de lo que oigo, de lo que veo. Antonio con los ojos cerrados, tomando aire, empujando las palabras desde el pecho, casi dolorido, cantando con la garganta, con las manos, con todo el cuerpo, encogido, pariendo un tango, el fuelle que rezonga, que se abre aspirando suavemente, que silba la melodía, que se cierra con estrépito, apretando sus costillas de madera y metal, bufando un segundo antes de volver a desplegarse, un golpe sordo y ahí va otra vez, mágico, perfecto.

Termina la canción, suelto el aire retenido con placer, aspiro fuerte por la nariz, reacciono, abro la boca, sonrío, las lágrimas asoman a mis ojos, aplaudo con fuerza, vuelvo a respirar. Y así con cada tango, en cada concierto, incluso ahora sólo con recordarlo, he escrito esto con el aire justito.

lunes, 25 de febrero de 2008

Orgullo patrio

Pensar que a mí Javier Bardem no me gustaba... Me pasó lo mismo con Carmelo Gómez, otro de mis actores españoles favoritos que me cayó espantosamente mal la primera vez que le vi en pantalla. A Bardem le conocí, como casi todo el mundo, con Jamón, jamón y Huevos de oro. Uf, qué tipo tan desagradable, el típico macho ibérico con cara de bruto y voz pastosa. Afortunadamente tengo por costumbre no condenar películas por los actores que en ellas intervienen (salvo las de Steven Seagal), y si a eso le sumamos que me divierten tremendamente las historias de Manuel Gómez Pereira, no es raro que fuera alegremente a ver Boca a boca a pesar de la aversión que sentía por el protagonista.

Creo que es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Cinematográficamente hablando, se entiende. El macho ibérico resultó haberse convertido en un muchacho con gafitas y flequillo, medio tontorrón, divertido, graciosete, capaz de marcarse un esperpéntico baile y resultar humillado por la chica mala, además darse un ya mítico muerdo con Josep María Flotats. Me encantó, salí del cine convertida en fan fatal del prota, dispuesta a ver cualquier película en que interviniera de manera incondicional. Y, de momento, no me ha decepcionado. No todas sus interpretaciones son tan excepcionales como las de Días contados, El detective y la muerte -donde lo excepcional no es sólo cómo muestra su talento artístico, ejem-, Los lunes al sol o Mar adentro, pero siempre, siempre, resuelve por encima de la media. Y eso para un actor que prácticamente se limita a protagonistas y además está como un queso, es mucho.

Y ahora van y le dan un Oscar. ¡Toma ya! Que sí, que los Oscars no son garantía de nada, que ya lo sé, pero ¿y qué? Yo me alegro. Que se entere Hollywood de lo que vale un peine, con un par.

martes, 19 de febrero de 2008

Reflexiones

Un colega me manda algunas reflexiones... Como en todas estas historietas circulantes, muchas están cogidas por los pelos, pero hay alguna francamente buena.

1-¿Por qué el pan de molde es cuadrado, si el chóped, salami, mortadela...son redondos? ¿Quién tiene la culpa de esto, los tranchetes?
2-Por qué, cuando te duele una herida, siempre llega alguien que te dice: ¿Te duele? Eso es que se está curando...Que me imagino a Jesucristo con los clavos, y la Virgen: ¿Te duele? Fenomenal, en tres días vas a estar como nuevo....
3-¿Por qué en las películas de miedo siempre aparece una puerta cerrada de la que sale mucha luz por las rendijas? ¿Qué hacen los espíritus ahí detrás, fotocopias?
4-Por qué cuando yo compré el piso, a mí no me dieron la canica que tienen los demás vecinos (pero todos) y que se les cae o la echan a rodar a partir de las doce de la noche?
5-¿Por qué cuando llegamos a lo alto de una montaña nos ponemos las manos en la cadera?
6-¿Por qué abrimos la boca cada vez que miramos al techo?
7-¿Por qué nos da por ir a la nevera cada cuarto de hora si siempre hay lo mismo?
8-¿Por qué si nunca usamos las páginas amarillas,c uando las ves en el portal te pones contentísimo y, de hecho, piensas en cogerlas todas?
9-¿Por qué cuando nos sonamos los mocos abrimos el pañuelo y miramos lo que hemos echado?
¿Qué esperamos encontrar? ¿Berberechos?
10-¿Por qué cuando nos cuelgan el teléfono nos quedamos mirándolo como si el teléfono tuviera la culpa?
11-¿Por qué cuando nos llaman al móvil sentimos la necesidad irrefrenable de ponernos a andar de un lado a otro?
12-¿Por qué cuando estamos en un lugar alto nos obsesionamos con ver nuestra casa? 'Mira, mira ahí, al lado del edificio rojo...'.
13-¿Por qué cuando echamos una carta al buzón no podemos evitar mirar por la ranura e investigar qué hay dentro? ¿Qué esperamos encontrar?¿Un cartero enano?
14-¿Y por qué abrimos los ojos cuando estamos a oscuras?¿Qué creemos? ¿Que tenemos superpoderes?.
15-¿Por qué nos da tanta vergüenza quedarnos en calcetines cuando vamos a una zapatería?
¿Por qué en cuanto nos traen el calzado que hemos pedido nos lo ponemos a toda leche?
16-¿Por qué hay tanta gente que cuando como un helado de cucurucho, a la mitad, muerden el piquito de abajo? Si saben que por ahí les va a chorrear!!!
17-¿Por qué nos hace tanta gracia que se nos quede la marca del reloj cuando nos ponemos morenos y se lo decimos al de al lado? 'Mira, se me ha quedado la marca, parece que llevo reloj, pero no'.
18-¿Porqué cuando un aparato eléctrico no funciona no se nos ocurre otra cosa que apretar con más fuerza el botón de encendido?
19-¿Por qué cuando alguien se va a poner gotitas en los ojos abrela boca de esa manera tan extraña? Es colirio, no tequila!!!!!!
20-¿Por qué cuando cogemos una caja de medicamentos, por muchas vueltas que le demos,
siempre la abrimos por el lado que no es y aparece el prospecto, ahí, doblado?
21-¿Por qué cuando vas de viaje te sientes culpable si no visitas los museos?
22-¿Por qué cuando nos enfadamos nos cruzamos de brazos? ¿Qué ganamos con ello?
23-¿Y por qué elegimos siempre las bodas para dar a conocer a nuestros padres que fumamos?
24-¿Y por qué cuando tenemos miedo nos metemos debajo de las sábanas? ¿Creemos que así un cuchillo no atraviesa la sábana?
25-¿Por qué has mirado al techo al leer la sexta pregunta?

lunes, 18 de febrero de 2008

El huevo de oro... y la gallina

¿A cuánta gente le suena el nombre de Thomas Keneally? ¿Y el de Dennis Lehane? Posiblemente no a más de los que conozcan a Ian McEwan o Richard Matheson. Pues bien, el primero es uno de los mejores novelistas australianos del siglo XX; el segundo ha encabezado varias veces las listas de más vendidos en Estados Unidos sin haber cumplido los 50; el tercero es reconocible por la crudeza de su obra, y el cuarto es una de las grandes figuras de la ciencia ficción de todos los tiempos.

Todos ellos, y muchos más, han pasado o están ahora mismo en el top cinco de libros más vendidos en varios países, en muchos países, en prácticamente todos los países en que se venden libros. ¿Por qué? ¿Por la calidad de sus obras? ¿Por los premios recibidos? ¿Por un golpe de suerte? ¿Por una estrategia feroz de marketing? Un poco por todo, en parte por nada de lo mencionado. Lo que estos autores tienen en común es haber logrado que el azar pusiera una de sus obras en las manos de un director, un productor, un guionista o cualquier otro integrante con poder de la industria cinematográfica. Y es que resulta que los mencionados son autores, entre otras novelas, algunas de ellas filmadas también, de La lista de Schindler (llamada El Arca de Schindler cuando se publicó sin ningún éxito en 1984 y reeditada años después ya con el título que había modificado Spielberg), de Mystic River, de Expiación y de Soy leyenda.

Cada semana, entre 3 y 5 de los libros más vendidos corresponden a recientes adaptaciones cinematográficas. Por un lado, eso permite que lleguen a los puestos más altos autores que de otro modo no habrían conseguido triunfar. Y por otro, hace que nuevos ojos se posen sobre viejas historias, como en el caso de El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, de nuevo entre los más vendidos gracias a su paso por las pantallas.

Además de los que pueblan los primeros puestos, muchos otros libros son adaptados cada año para el cine o la televisión. Es cada vez más frecuente reconocer novelas o relatos detrás de los fotogramas, y ver en los títulos de crédito el “Basado/inspirado en la novela…”. Aunque desconozco el porcentaje de películas que se estrenan anualmente basadas en libros, da la sensación de que el cine se está quedando sin ideas. Debe de ser cada vez más difícil elegir a los nominados al Oscar a mejor guión original, ¿no?


Más en Sincolumna.com

Ser humanos

Jamás seremos inmortales. Porque es la muerte de los otros la que nos mata.


Martin Amis, Perro callejero.

jueves, 14 de febrero de 2008

Silencio en la noche

Ayer estuve en un concierto grandioso, la presentación del nuevo disco de Malevaje, No me quieras tanto... quiéreme mejor, en el Teatro Gran Vía. Merece un comentario en condiciones, y ahora me temo que no tengo tiempo. Pero llegará, llegará...

Lo que vengo a contar ahora es una noticia triste: han cerrado un bar. Creo que es uno de los antros que conozco (y son unos cuantos) que menos me ha gustado (esas cabezas de ciervo en la pared, por el amor de Dios, parecía el club de Filleas Fogg), pero donde he vivido grandes momentos. Por eso estoy triste, mascando recuerdos y esbozando sonrisas evocadoras. Se trata del Balmoral, sito en una perpendicular de Serrano de cuyo nombre no quiero acordarme. En su lugar ahora hay un aparcamiento.

No sé cuántas veces estuve allí, y de la mayoría guardo recuerdos borrosos (siempre llegamos con unas pocas cervezas entre pecho y espalda), pero algunos son imborrables. Solíamos acabar en semejante sitio después de algunos de los conciertos del Antonio Bartrina Trío en Clamores (el resto íbamos al brumoso Cañí) y, a pesar de ser un bar sin música, he oído grandes canciones dentro. Ventajas de ir con un cantante. Allí he oído a Antonio cantar Camino Soria con Jaime Urrutia, le he oído cantar Afiches acodado en la barra, le he oído cantarme al oído Los mareados, casi he llorado al oirle cantar Chorra junto a mi amigo Diego, me he partido de risa oyéndole cantar Quiero ser como tú, del Libro de la Selva, le he oído desgañitarse en la barra pidiendo una birra más sin éxito, cuando los camareros de pajarita y chaleco decían que habían cerrado, habían cerrado.

Ya está cerrado para siempre, y habrá que oir canciones en otros bares, en otras salas, en otros teatros, en otras plazas, en otras calles. Cualquier cosa menos el silencio.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Me caes mal

Hace unas semanas se armó un pequeño revuelo en los círculos literarios británicos en torno a la figura de Martin Amis, uno de los más brillantes autores surgidos durante la segunda mitad del siglo XX en la pérfida Albión y que no se caracteriza precisamente ni por ser una hermanita de la caridad ni por esforzarse mucho para caer bien. Ahora está en plena promoción de su último libro, La casa de los encuentros, y va dejando caer ante la prensa perlas como “no voy a fingir que me gustan otras culturas porque hay cosas de otras culturas que no me gustan”. Se refiere a los matrimonios de niñas con ancianos en Iraq y otras brutalidades, pero la falta de tacto le ha hecho granjearse una acusación de racista y antimusulmán.

No voy a entrar aquí en si es o no correcta esa actitud ni si lo son o no las críticas que ha recibido, pero resulta curioso que un autor que, por éstas y otras muchas razones –cualquier entrevista que haya concedido a cualquier medio es recomendable, menuda joya-, tiende a levantar oleadas de profunda admiración o de soliviantado odio, sin término medio, haya sido capaz de crear a uno de los personajes más antipáticos de la historia de la literatura. Se trata de John Self, el protagonista de Dinero, un tipo que encaja perfectamente en la definición de desagradable: adicto a todo –incluyendo pornografía de todo tipo-, egoísta, avaro, desleal, caprichoso… No es un antihéroe, porque el antihéroe tiende a caer bien; es una persona a la que nadie querría conocer, ni mucho menos tenerlo como amigo, hijo, pareja o compañero de trabajo.

Self no es, ni mucho menos, el único antipático antológico de la literatura contemporánea. No es un personaje demasiado frecuente dado que resulta muy arriesgado hacer de alguien odioso el protagonista absoluto de una novela, pero de los que han tenido valor para hacerlo algunos lo han logrado con gran maestría. Aunque se me ocurre incluir en este extracto de personajes que caen mal al insufriblemente dubitativo y pretencioso Rodion Románovich Raskólnikov, protagonista de Crimen y castigo, creo que no sería del todo justo ya que su creador, Fiodor Dostoievski, no pretendía que su sufrido personaje cayera tan mal.

El que sí lo pretendía, y lo logró con creces, fue John Kennedy Toole, que con su Ignatius J. Reilly de La conjura de los necios creó algo difícil de superar: el paradigma del odioso, del desagradable, un personaje tan incómodo de leer que el castizo Torrente parece un dandy a su lado. Un auténtico cerdo, glotón, egocéntrico, infantiloide, sucio, depravado y cruel: en ningún momento de la novela el lector llega a ser capaz de sentir nada bueno por semejante individuo.

No tan desagradable físicamente aunque sí una auténtica mala persona es el representante español de este Olimpo: el protagonista de La flaqueza del bolchevique, de Lorenzo Silva. Capaz de llevar una venganza absurda hasta sus últimas consecuencias, es también el único que, aunque sea a ratos, puede provocar en el lector un pequeño atisbo de empatía. Pero no hay que preocuparse: enseguida se pasa.


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jueves, 7 de febrero de 2008

Jesucristo Superstar

No es que me oponga a la innovación, la creatividad y la renovación del espacio escénico, pero cuando uno se pone a recrear un clásico debe, primero, ser muy consciente de lo que tiene entre manos y, segundo, si no tiene muy claro que lo que va a hacer es una gran idea, mejor que no toque nada.

El de Jesucristo Superstar, de Andrew Lloyd Webber, es un libreto mítico, redondo, tan espectacular, efectista y musicalmente equilibrado como todos los del autor -tomando como paradigma el acongojante Fantasma de la Ópera-. Con un texto así y unos actores sobrados de voz y cumplidores en lo que a interpretación se refiere, ¿por qué hacer experimentos?

El montaje que puede disfrutarse en Madrid, en el Lope de Vega, intenta ser innovador pero se queda en desconcertante. Trata de situar la acción en el Jerusalén actual, con soldados israelíes protegiendo el enorme muro y disparando a los manifestantes, con unos apóstoles convertidos a ratos en peligrosos guerrilleros, a ratos en hippies pacifistas, con Poncio Pilatos como oficial del ejército y Herodes hecho un político jeta. La idea está bien, pero no cuaja. En ningún momento uno acaba de creerse que la historia se desarrolle en la época actual, y la mezcla de elementos anacrónicos termina resultando confusa.

Lo peor del caso es que si se hubieran dejado las cosas como estaban, sin innovar más que lo justo, el montaje de la llamada mejor ópera rock de la historia (¿cuántas óperas rock hay?) sería deslumbrante. La música penetra, las voces conmocionan, el desarrollo de la acción sigue un crescendo que culmina en un Jetsemaní en el que se llega a diluir la inevitable referencia a Camilo Sesto y a uno hasta le entran ganas de creer en Dios. Después, la condena y la crucifixión, precioso contrapunto entre un número quizá un poco demasiado arrevistado -en el contexto del resto de la obra, los angelotes voladores resultan cuando menos llamativos- y la escena final, limpia, sencilla, conmovedora. En conjunto, recomendable, desde luego, siempre que uno no sea un purista y se deje llevar.

sábado, 2 de febrero de 2008

No es que no me guste madrugar...

La preferencia de las personas por levantarse extremadamente pronto o tarde por la mañana está codificada en sus genes y las moléculas de sus células de la piel, según un estudio de la Universidad de Zurich en Suiza que se publica esta semana en la edición digital de la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS). EUROPA PRESS (MADRID).


Fantástico, genial, maravilloso, los suizos cada día me caen mejor. Resulta que no me levanto los domingos a las tres de la tarde (el resto de días no puedo, que ya me gustaría a mí...) porque sea perezosa, sino porque lo son mis genes. Habiendo evidencia científica, ¿se puede pedir un documento al médico para que no me obliguen a madrugar? Igual se puede llevar una chapita al cuello, como las que informan del grupo sanguíneo o de posibles alergias, advirtiendo de que "esta persona tiene ritmo circadiano vespertino; no obligarla a realizar tareas complejas antes de que el sol esté en lo más alto". Estaría bien, sí...

jueves, 31 de enero de 2008

Paso de triunfar

Ante la avalancha de comentarios (ejem) asegurando que lo de que hay gente que se ha forrado gracias a la publicación de su blog no es una leyenda urbana, no me queda más remedio que admitirlo: hay gente con mucha suerte. Venga, vale, y con talento también. Pero sobre todo, suerte.
Uno se preocupa por hacer un blog interesante, atrayente, divertido, original, y resulta que con echar mano de un manual basta, como si se tratara de un armario de Ikea, pero en fácil. Sí, sí, como lo oyen (o como lo leen, o leéis, que hay confi): ahora triunfan los blogs sobre cómo hacer blogs que triunfen. Y cada uno con su decálogo de consejos, sugerencias y posibles problemas. Linkeando por la vida llego a uno que parece razonable, y me analizo. Veamos:
1. Pocas visitas: Es frustrante, pero creo que podré vivir con ello.
2. Falta de ritmo y estilo de redacción: ¡Ahí sí que no me pillas!
3. Los grandes blogs acaparan la atención: Torres más altas han caído...
4. Ser uno más del montón: ¿En serio? Y yo que pensé que tener un blog era una idea original.
5. Subexplotar las herramientas: De acuerdo, empezaré a poner chorraditas en la columna de la derecha.
6. Caer con facilidad en el copiar-pegar: Glups.
7. Desgastarse en la forma y no en el fondo: Ah, no, mejor no pondré chorraditas en la columna de la derecha.
8. Verse abrumado por los 1001 consejos que hay para tener un buen blog: ¿Y qué hay de malo en tener un blog mediopensionista?

Definitivamente, quiero ser perfil bajo en el mundo bloguero. Tener una buena bitácora (qué palabra tan chula) es demasiado exigente, y no quiero fallar por el lado más débil: la falta de motivación. Uno empieza escribiendo doscientas entradas semanales y a los dos meses está aburrido. Yo, por el contrario, prefiero empezar aburrida, y ya me iré animando, seguro. Y si no, no pasa nada, ¿no?

De lo que duele escribir

"Es consustancial al hecho de escribir sentir daño y alivio al mismo tiempo".

Juan José Millás, El mundo.

martes, 29 de enero de 2008

Patxarán más de mil años...

Queda inaugurada la sección Chorradas Que Me Envía La Gente Con Chorradas Que Hace La Gente Cuando Se Aburre, también conocida como Los Hay Que Tienen Mucho Tiempo Libre. Corto y pego una muestra de juegos de palabras absurdos que no puedo evitar que me hagan gracia. Algunos, claro, no todos. Mi voto va para sorprendida.

Inestable: Mesa inglesa de Inés.
Ondeando: Onde estoy
Camarón: Aparato enorme que saca fotos.
Decimal: Pronunciar equivocadamente.
Becerro: Que ve u observa una loma o colina.
Bermudas: Observar a las que no hablan.
Telepatía: aparato de TV para la hermana de mi mamá.
Telón: Tela de 50 metros... o más.
Anómalo: Hemorroides.
Berro: Bastor Alebán.
Barbarismo: Colección exagerada de muńecas barbie.
Polinesia: Mujer Polisía que no se entera de nada.
Chinchilla: Auchenchia de un lugar para chentarche.
Diademas: Veintinueve de febrero.
Dilemas: Háblale más.
Manifiesta: Juerga de cacahuetes.
Meollo: Me escucho.
Totopo: Mamamífero ciciciego dede pepelo nenegro que cocome frifrijoles.
Atiborrarte: Desaparecerte.
Cacareo: Excremento del preso.
Cachivache: Pequeńo hoyo en el pavimento que está a punto de convertirse en vache.
Elección: Lo que expelimenta un oliental al vel una película polno.
Endoscopio: Me preparo para todos los exámenes excepto para dos.
Nitrato: Ni lo intento.
Nuevamente: Cerebro sin usar.
Talento: No ta rápido.
Esguince: Uno más gatorce.
Esmalte: Ni lune ni miélcole.
Sorprendida: Monja en llamas.
Besos: Mira seńal de socorro

jueves, 24 de enero de 2008

¿Hay alguien ahí?

Curiosa contradicción la de los blogs. Se supone que son una especie de diario que uno escribe como si estuviera escribiendo un diario, pero sin tener la esencia de un diario, que es ni más ni menos su privacidad. Eufemísticamente, por tanto, un blog es una manera de compartir nuestras vivencias, sentimientos y conocimientos con los demás. O sea, mostrar al mundo nuestras miserias. Cambiamos el “querido diario” por “queridos lectores” o alguna fórmula similar, y ya. Nos comportamos como si nadie fuera a leerlo pero confiamos en que alguien lo leerá, y no sólo eso, sino que después de leer nuestra basura emocional escribirá un comentario más o menos elaborado, más o menos solidario, más o menos hiriente, desde un “te entiendo” a un “vete a la mierda, pringao”, pasando por el inevitable “¿quieres alargar tu pene? Visita http://www.alargatupenehastaelinfinito.com/”.

Porque, desde luego, si uno escribe un blog es para que alguien lo lea, ¿para qué si no? Todos tenemos dentro un exhibicionista (algunos más que otros, deformación profesional), de modo que, haciendo como que nos da vergüenza y no tiene ninguna importancia, dejamos caer a nuestros amigos que tenemos un blog. Un par de ruegos –o al menos una mínima muestra de curiosidad- y les damos la dirección, por supuesto.

Pero no nos engañemos, eso no basta. Que un colega te diga que ha leído tu último comentario y se ha reído un montón hace ilusión al principio, pero el exhibicionismo es como los tripis, rápidamente genera tolerancia y necesitamos más, más, más para lograr el mismo subidón. Y ese éxtasis nudista no llega hasta que descubres que no sólo te leen tus amigos, no: al menos un par de los ojos que han recorrido la pantalla devorando tus palabras eran los de un DESCONOCIDO. Uhmm, eso sí que es volar alto, baby. Te retuerces de gusto disfrutando el momento, una y otra vez, gente que no conoces y que no te conoce sabe de tus más íntimos deseos, odia a tu jefe, adora a tu madre y daría cualquier cosa por poder oír la voz de ese desconocido que se equivoca de número cada noche.

Y por encima de todas estas sensaciones absurdas, dignas de parias, están ellos, los elegidos, aquellos cuyas bitácoras circulan de enlace en enlace, de correo en correo, de boca en oreja. Existen tres tipos: los que escriben lo que a todos nos gustaría escribir y del modo en que quisiéramos, con gracia, con salero, con anécdotas que a nosotros nunca nos pasan; los que se convierten en gurús de algún asunto de actualidad, normalmente relacionado con el marketing, el benchmarking, la teoría de los juegos y zarandajas similares, y, por último, los que un día reciben una llamada de una editorial: han leído su blog y quieren publicarles un libro. Ésos son los peores, encarnación del sueño americano en versión cañí, aunque quiero creer que es una leyenda urbana.

¿Qué cómo se consigue llegar siquiera a la primera fase, la de las sensaciones orgánicas con desconocidos? No tengo ni la menor. Pero ya os lo contaré, queridos lectores.