jueves, 24 de enero de 2008

¿Hay alguien ahí?

Curiosa contradicción la de los blogs. Se supone que son una especie de diario que uno escribe como si estuviera escribiendo un diario, pero sin tener la esencia de un diario, que es ni más ni menos su privacidad. Eufemísticamente, por tanto, un blog es una manera de compartir nuestras vivencias, sentimientos y conocimientos con los demás. O sea, mostrar al mundo nuestras miserias. Cambiamos el “querido diario” por “queridos lectores” o alguna fórmula similar, y ya. Nos comportamos como si nadie fuera a leerlo pero confiamos en que alguien lo leerá, y no sólo eso, sino que después de leer nuestra basura emocional escribirá un comentario más o menos elaborado, más o menos solidario, más o menos hiriente, desde un “te entiendo” a un “vete a la mierda, pringao”, pasando por el inevitable “¿quieres alargar tu pene? Visita http://www.alargatupenehastaelinfinito.com/”.

Porque, desde luego, si uno escribe un blog es para que alguien lo lea, ¿para qué si no? Todos tenemos dentro un exhibicionista (algunos más que otros, deformación profesional), de modo que, haciendo como que nos da vergüenza y no tiene ninguna importancia, dejamos caer a nuestros amigos que tenemos un blog. Un par de ruegos –o al menos una mínima muestra de curiosidad- y les damos la dirección, por supuesto.

Pero no nos engañemos, eso no basta. Que un colega te diga que ha leído tu último comentario y se ha reído un montón hace ilusión al principio, pero el exhibicionismo es como los tripis, rápidamente genera tolerancia y necesitamos más, más, más para lograr el mismo subidón. Y ese éxtasis nudista no llega hasta que descubres que no sólo te leen tus amigos, no: al menos un par de los ojos que han recorrido la pantalla devorando tus palabras eran los de un DESCONOCIDO. Uhmm, eso sí que es volar alto, baby. Te retuerces de gusto disfrutando el momento, una y otra vez, gente que no conoces y que no te conoce sabe de tus más íntimos deseos, odia a tu jefe, adora a tu madre y daría cualquier cosa por poder oír la voz de ese desconocido que se equivoca de número cada noche.

Y por encima de todas estas sensaciones absurdas, dignas de parias, están ellos, los elegidos, aquellos cuyas bitácoras circulan de enlace en enlace, de correo en correo, de boca en oreja. Existen tres tipos: los que escriben lo que a todos nos gustaría escribir y del modo en que quisiéramos, con gracia, con salero, con anécdotas que a nosotros nunca nos pasan; los que se convierten en gurús de algún asunto de actualidad, normalmente relacionado con el marketing, el benchmarking, la teoría de los juegos y zarandajas similares, y, por último, los que un día reciben una llamada de una editorial: han leído su blog y quieren publicarles un libro. Ésos son los peores, encarnación del sueño americano en versión cañí, aunque quiero creer que es una leyenda urbana.

¿Qué cómo se consigue llegar siquiera a la primera fase, la de las sensaciones orgánicas con desconocidos? No tengo ni la menor. Pero ya os lo contaré, queridos lectores.

2 comentarios:

Yelacis dijo...

Aún sabiendo que mi comentario no será justamente valorado (por aquello de la amistad, nunca pensé que fuera un handicap), dejo constancia de que te leo - te leo todo, nunca he dejado de leerte, como se pelotea a los autores - y que espero que este blog supere las 6 entradas y no quede agonizante como tantos otros, actualizados por última vez en 2003.
Por cierto, lo de los blogueros que publican libros no es leyenda urbana, puedo pasarte algunas direcciones a las que soy (más o menos) fiel :)

alain.ochoa dijo...

Pues sí, algunos han visto publicada su obra después de empezar con un blog. Estela que espero seguir, por supuesto, y en la que te deseo suerte. Nos enlazamos y nos leemos, compañera.