sábado, 9 de agosto de 2008

Abierto por vacaciones

Pues diez horas de viaje no eran tantas. Mi primer vuelo transoceánico directo, si exceptuamos el de Chile, que no lo pagué yo, transcurrió relajado, subjetivamente rápido y muy cómodo, con dos asientos para mí sola. Lo más destacable, las consecuencias de la crisis: el billete no era especialmente barato, la comida no resultó abundante ni mucho menos y, oh, sorpresa, cobran tres eurazos nada más y nada menos por los auriculares. Y no son precisamente la última maravilla de la tecnología, no. Son la misma porquería de auriculares que siempre, sólo que ahora cuestan un trocito de riñón. Y claro, a ver quién es el guapo que se come un vuelo de diez horas sin una mísera peli. Tuve un momento de pánico: igual estos mamones ponen los auriculares con una clavija especial. Pero no, aún no llegan a tanto. Una vez que comprobé que los de mi mp3 servían, hale, a ver cine gratis. Qué lujo.

Y qué calor. Porque calor es, mayormente, lo que hace en el Caribe. ¿Quién necesita bañarse en el mar cuando te pasas el día empapado? Claro que nadar en el propio sudor de uno es un tanto desagradable, pero digo yo que todo es acostumbrarse. Que el calor no asusta a un madrileño, carajo. La humedad sí, un poco. Creo que me voy a disolver.

Nada más llegar te ves inmerso en el calor. Aterrizas, tardas tres o cuatro horas en pasar los controles de pasaporte, recoges la maleta rápidamente (ventajas de las horas perdidas en los controles), pasas la aduana ("¿lista para los tequilas?", me pregunta el aduanero. Lo llevo escrito en la frente) y ¡paf!, a la calle. Sin transición. Bofetada de calor y decenas de mexicanos sudorosos esperando a sus parientes y amigos. Uno de ellos, tal como había prometido, me abrazó. Mi pariente y amigo Froguez, Nando para los parientes y amigos.

Ruta rápida en coche por Cancún (hoteles, hoteles y hoteles, centros comerciales para guiris; Tenerife a lo bestia), paradita para comprar fruta con chile y limón (espectacular) y ver el mar. ¿Cómo puede tener ese color? Es por el arrecife (el segundo más grande del mundo tras el australiano), y por la arena, que es muy blanca, me explica Froguez-Nando. Vale, vale, sí, pero, ¿cómo puede tener ese color? Y eso que era casi de noche...

Hoy es de día, camino por Playa del Carmen tras un reparador sueño (y fresquito, bendito ventilador) y después de ver la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos. Tremendos los chinos organizando espectáculos multitudinarios. Que se prepare Occidente, nos van a comer crudos.

Y eso, que divago, que camino por Playa del Carmen. Sudo. Me acerco a ver el mar. ¿Cómo puede tener ese color? Me detengo cada dos cuadras buscando sombra. Me unto de crema. Sudo. Ya está bien, busquemos un bar. Qué fresquita la Tecate. Unos músicos callejeros versionan María Isabel. "Toma tu sombrero y póntelo", dicen. Claro, aquí coger no está bien visto, al menos con un sombrero. Se van los músicos y en el bar suena el Boss. Otra Tecate, me quedo aquí a vivir.

Vaya, parece que he dejado de sudar a chorros, ahora sólo sudo regueritos. Tendré que seguir caminando, que queda mucho día por delante.

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