miércoles, 26 de marzo de 2008

Y la muerte le besó

En una de las direcciones de correo electrónico que más uso, y también en alguno de los nicks que suelo utilizar en mis andanzas por la interné, aparece el número 47. Mucha gente me ha preguntado qué significa el resto del nombre (Jarreth) pero creo que nadie se ha interesado por el número que, obviamente, no hace referencia alguna ni a mi edad ni a mi fecha de nacimiento. En vista del poco interés que despierta la cifra en cuestión, voy a explicar su origen y no el del resto (jota a erre erre e te hache... ¿Cómo? ¿Yarré? Sí, sí, algo así).


1947 fue un año que ha hecho mucho por mi imaginario particular. Vio nacer no sólo al más grande, a David Bowie, sino a bastantes de mis ídolos mayores y menores: James Woods, Peter Weller, Eusebio Poncela, Paul Auster, Stephen King, Víctor Manuel y alguno más que ahora mismo no recuerdo.

Pero no queda ahí la cosa: en tan mágico año se estrenó una de mis películas favoritas. Se trata de El beso de la muerte, en que se cuenta la historia de un exconvicto (Victor Mature, único fallo de la película), que tras salir de la cárcel trata de iniciar una nueva vida alejado del hampa. El problema es que para obtener la libertad traicionó a sus compinches, y eso no está bien visto. Por eso, el más inquietante y sádico de los malechores le busca para agradecerle su gesto. En su búsqueda deja para la historia del celuloide la escena más salvaje del cine negro, y ríete tú de Bogart acosando al dulce Leslie Howard en El bosque petrificado. Y es que al malo malísimo no le bastó con arrancar una lámpara, atar con el cable a una anciana paralítica a su silla de ruedas y lanzarla con silla y todo escaleras abajo, sino que además se meaba de la risa. Esa risa helará la sangre de todo el que vea la película y tenga sangre en las venas. Ese jovenzuelo rubio, con cara de perverso, mirada sibilina, sonrisa terrorífica y traje al más puro estilo Capone era un actor que irrumpía en Hollywood y en la historia con semejante papel, nominación al Oscar incluida.

El beso de la muerte fue la primera película de Richard Widmark, que sin ser ni muy alto ni muy guapo ni un tremendo actor ni un galanazo, es para mí uno de los más grandes. Por varias razones:

- Por empezar su carrera convirtiéndose en el más malo.

- Por tener una voz a la vez dulce, a la vez aguda, a la vez temible cuando hacía del más malo.

- Por haber hecho tanto y tan bien de malo hasta cuando peinaba canas, como en Contra todo riesgo, con la réplica de un entonces aprendiz de perverso James Woods.

- Por ser tan increíblemente adorable, heroico y el bueno de la película en otras tantas, como Dos cabalgan juntos y El gran combate.

- Por hacer películas del Oeste fuera de los cánones como La ley del Talión, Desafío en la Ciudad Muerta o Álvarez Kelly.


- Por dejar perlas interpretativas tan brillantes como las de La noche y la ciudad (la de 1950, claro, que la de De Niro es un remake) o Pánico en las calles.

- Por ser tan rubio.

- Por morir tan bien en tantas películas en que al pobre se le cargaban.

- Por ser el mejor caso de Poirot en Asesinato en el Orient Express.

- Por hacerme soportar a Spencer Tracy (lo confieso, no le trago) en ¡dos películas!: Los juicios de Nuremberg y Lanza rota.

- Por interpretar en la mítica El Álamo el papel de Jim Bowie. ¿Adivináis de qué personaje histórico norteamericano sacó alguien su nombre artístico?

- Porque me pongo a repasar su filmografía y no terminaría nunca esta lista.

Richard Widmark, nacido en 1914, murió ayer, pero todas estas razones y muchas más no morirán nunca.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

En realidad mi comentario no es tanto por Widmark (tengo muchas películas que ver, como siempre...) como por la anterior. Creo que tu reacción es profundamente humana. Probablemente, aunque no lo admitamos por vergüenza, nunca valoramos tanto lo que tenemos como cuando vemos a otro perderlo.

PD. No has terminado de comentar lo que te parece eso de que las mujeres supuestamente lean más. ¿Qué es esto, un medio imparcial?

Rous dijo...

Ya, en el fondo, los seres humanos somos como animalitos, nos movemos por instinto, protegemos a nuestros cachorros cuando están en peligro y al resto de la manada que le zurzan...

Calippop dijo...

Esto... a ver cómo lo pregunto sin provocar... ¿Víctor Manuel es ídolo tuyo?

ay señor :)

Besos!

Rous dijo...

Hey, Poppy Boy, ¿tienes algún problema con tu paisanín? Dímelo en la calle, ¡venga!