jueves, 8 de mayo de 2008

Noches de hotel


Cuando viajo por trabajo duermo muy poco. Sí, sí, aún menos de lo normal. Pero es que me encantan las habitaciones de hotel. Me tiro horas haciendo zapping, mirando por la ventana, estudiando la carta del servicio de habitaciones, jugando en el ordenador, leyendo, escribiendo o, simplemente, perdiendo el tiempo.

Me encanta viajar sola, en salidas relámpago, hoy cojo un avión, paso la noche en otra ciudad, todo el día trabajando, mañana más trabajo y vuelvo a casa. Es agotador, mucho más que estar en la redacción, acabo currando bastantes más horas, pero me gusta igual. Siempre hago una foto de lo que se ve por la ventana del hotel y otra de la habitación. Luego las repaso y me cuesta recordar a qué ciudad pertenecían; creo que eso es parte del encanto.
Ahora mismo estoy en Lérida, acabo de terminar los artículos que tenía que enviar al periódico, son más de las tres de la mañana y, en lugar de irme a dormir, asalto el minibar, me enciendo un cigarrillo y me pongo a escribir esto. Mañana (dentro de un rato), me levantaré a las 8, me daré una ducha rápida, desayunaré cualquier cosa (lo que menos aprovecho son los bufés de los hoteles, una pena) y otra vez al tajo después de despedirme con tristeza de la habitación tras la consabida foto. Y pensando en cuál será la próxima ciudad, el próximo hotel, la próxima habitación.

1 comentario:

Yelacis dijo...

Escucho la lluvia fuera, estoy en esta oficina, sin ventanas, con luz de fluorescente desde las 8 de la mañana, "Pisando fuerte" en el hilo musical (¡!) y pudriéndome en estas cuatro (cinco o seis) paredes. Todas las habitaciones son la misma habitación repetida. Y lo único que se me ocurre es ampliar la foto para intentar leer el título del libro :)